Ella vino sin invitación. El apartamento era de dos, como nuestra historia. Había dos vasos, dos platos y dos cigarros sobre la mesa. Dos personas en un sofá de dos plazas. Dos agujas en ese reloj de pared que nos acechaba dejando pasar sus horas, nuestras horas.
Tú a mi lado mirándome, exclamando en silencio que yo lo hiciera. Y yo mirando el futuro, para ver si aparecías por algún lado.
Dos opciones.
Haberme levantado, hacer la maleta y decirte adiós con la mano.
Girar la cara y utilizar mis brazos. Para algo, abrazar o ahogar.
Dos sentimientos, quererte y odiarte.
Ella volvió a aparecer. Tú a acercarte a mí, y yo a distanciarme hasta de mí.
Tú a mi lado mirándome, exclamando en silencio que yo lo hiciera. Y yo mirando el futuro, para ver si aparecías por algún lado.
Dos opciones.
Haberme levantado, hacer la maleta y decirte adiós con la mano.
Girar la cara y utilizar mis brazos. Para algo, abrazar o ahogar.
Dos sentimientos, quererte y odiarte.
Ella volvió a aparecer. Tú a acercarte a mí, y yo a distanciarme hasta de mí.
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